Esta noche la luna sonríe sincera y franca.
Como la nieve de blanca.
Se asoma por mi ventana
A sabiendas de que me voy a la cama
Me desea dulces sueños y se despide hasta mañana.
Es feliz.
El árbol que crece junto a mi ventana le hace cosquillas.
Jugando al escondite entre las ramas,
se olvida de las noches sin estrellas
al borde de la niebla.
Hoy, resplandece tenuemente, con luz brillante y nítida.
Sonríe, sonríe, sonríe…
Como si su felicidad fuera eterna…
Esta noche, la luna sonríe, sonríe, sonríe…
Y con un beso de rayos de plata
Se acurruca entre la brisa
Se arropa con las ramas
Y espera junto a las estrellas
El amanecer del mañana.
Y no hay foto de la sonrisa, porque la felicidad escapa del momento, porque el momento sólo se graba en la mente, porque la mente sabe que no hay mejor foto que la se capta concientemente en la película del inconsciente.
Porque es cuarto creciente, quesito resplandeciente.
Y con este texto las lagartijas se despiden hasta la estación de las hojas secas en el país de la lluvia. Ubicadas sobre su roca guardarán toda la energía que incida sobre ellas. Porque ha llegado su época, la época de los rayos perpendiculares, la época dorada, la época donde todo es felicidad, donde cada longitud de onda es un regalo a disfrutar al sol.
Donde podrán volver a su roca originaria, para prometer volver al año siguiente, para desear que todo siga igual, en su sitio… hogar dulce hogar… ya queda menos…
De todas formas, ya sabéis donde encontrarlas…